miércoles, 30 de abril de 2014

Púrpura

Diseña prendas deportivas, es joven, divorciada y con un hijo. En su rostro se dibuja una belleza que es capaz todavía de vencer los infortunios del tiempo y de la suerte. Le gusta vestir las camisetas que llevan grabada la marca comercial de su empresa y rechaza los pijamas que anulan la identidad de los pacientes. No para de recibir llamadas y mensajes por el móvil y sigue en contacto con su empresa a través de un mini-ordenador desde la cama blanca de una habitación impersonal del hospital donde está ingresada. Le ha mordido una enfermedad de cuya gravedad no parece ser muy consciente hasta que se le escapan algunas lágrimas en un instante fugaz de debilidad. Pero no sufre por lo que padece, sino porque quien ocupa su corazón no manifiesta tanta devoción como lo que envenena su sangre. Se siente, a pesar de tantas visitas y de la incesante actividad del teléfono, sola. Sola con su maldita enfermedad.

lunes, 28 de abril de 2014

Santo espectáculo

Todo el mundo es libre de hacer de su capa un sayo y de su jefe un santo, o dos, si se tercia. No seré yo el que exprese reproche alguno a quienes determinan en una organización, que elabora sus propias normas, qué tipo de actos realiza y los motivos por los que lo hace, si sus seguidores y simpatizantes, de forma voluntaria, los aceptan y hasta celebran embargados en irrefrenable fervor. Es lo que cabe esperar de una convocatoria multitudinaria, tanto en el fútbol como en una canonización de santos por parte de la Iglesia católica, en congregaciones de esta naturaleza que despierta pasiones. Un espectáculo emocionante para quien lo vive intensamente y se siente participante o una conducta incomprensible para el que lo observa desde fuera y se considera ajeno al mismo y a lo que representa. Reconozco que pertenezco a este último grupo de escépticos herejes.

La exclusiva que detentan las autoridades de la Iglesia católica a la hora de poblar el cielo de santos es una facultad que le atribuyen sin discusión los que comulgan con tales prerrogativas religiosas. Pueden, cuando lo estiman oportuno, conceder títulos de santidad a aquellos miembros seleccionados de la parroquia en función de sus milagros, tanto si cumplen los requisitos que estipulan sus reglamentos como si no, ya que objetivar un milagro es algo tremendamente difícil. Tanto que es más fácil nombrar santo a un papa de Roma por dirigir la Iglesia que a Vicente Ferrer por socorrer de la pobreza, mediante hospitales, escuelas y formación agrícola, a millones de personas del Tercer Mundo. Uno sube a los altares y al otro lo expulsan de la Compañía de Jesús por casarse con su compañera durante décadas de cooperación en la India. Y es que, en cuestiones divinas, no hay forma humana de acomodarse a lo objetivo y racional. En última instancia, todo se remite a obra del Espíritu Santo y la voluntad de Dios. ¡A ver quién es el guapito que discute tales intervenciones sobrenaturales!

Por ello, líbreme Dios de cuestionar la canonización como santos de dos papas de la Iglesia católica, Juan XXIII y Juan Pablo II, celebrada ayer en el Vaticano por el actual sumo pontífice Francisco, acompañado por su antecesor aún vivo, el papa emérito Benedicto XVI, y con la asistencia de hasta 150 cardenales y más de mil obispos, venidos a Roma desde todo el orbe de la cristiandad. Una ceremonia seguida en directo por más de un millón de peregrinos que confluyeron en Italia por tierra, mar y aire, y retransmitida, en directo y diferido, a millones de espectadores de todo el mundo a través de los medios de comunicación de masas. Lo dicho, todo un santo espectáculo del que nada hay que objetar, salvo por un pequeño detalle.

Las creencias religiosas pertenecen al ámbito privado de las personas, quienes a título individual pueden abrazar el culto que deseen y participar en cuántos ritos les parezcan convenientes y consecuentes con la fe que profesan. Están en su derecho y nadie puede ni limitárselo ni impedírselo. Los medios de comunicación pueden, asimismo, escoger aquellos hechos que consideran relevantes como noticia de la agenda de actualidad y darles la difusión que estimen acorde a su línea editorial y a las posibilidades de rentabilidad comercial. Ya estamos acostumbrados que acapare mayor interés mediático un asunto de cotilleo banal que un hallazgo científico, el fútbol que la cultura o las opiniones de la Conferencia Episcopal que la voluntad de la mayoría de las mujeres españolas en relación al aborto, por ejemplo. Que ahora se dé tratamiento destacado a la declaración de santidad de dos papas del siglo pasado de una Iglesia que ya acapara 80 papas santos, aunque el acto estuviera presidido conjuntamente por los dos últimos papas vivos, no deja de ser algo curioso, pero exagerado; histórico por ser la primera vez que cuatro papas protagonizan una ceremonia –dos vivos y dos muertos-, pero sintomático de la credulidad de la gente en supersticiones sobrenaturales. A mi juicio, nada trascendental como para abrir y consumir el tiempo de telediarios, ocupar espacios radiofónicos, acaparar la atención en las redes sociales y llenar las páginas de los periódicos. Y, desde luego, menos importante que la amenaza rusa en las fronteras orientales de Europa, la enésima ruptura de las negociaciones entre Israel y palestinos, el rearme japonés, la precarización económica y laboral de España, la corrupción estructural en la política y el empobrecimiento al que se condena a la mayoría social de nuestro país en beneficio de minorías elitistas. Todo ello fue desplazado del interés ciudadano –y de los perjudicados- por dos nuevos santos.

Sin embargo, lo realmente rechazable es que a un acto religioso acuda el Jefe de Estado y todo un séquito de personalidades gubernamentales (ministros de Justicia y Relaciones Exteriores, entre otros) en representación de un país que constitucionalmente de declara aconfesional. Que vayan representantes de las diócesis españolas y de la Conferencia Episcopal, sufragados con aportaciones voluntarias de los fieles, sería lo esperado, pero que asistan delegaciones oficiales, jefes de Gobiernos y Jefes de Estados o soberanos de distintos países, es una interesada y maniquea sumisión del poder civil al religioso, una renuncia a la separación de poderes que hace prevalecer el civil en una democracia, por intereses ideológicos, políticos y económicos.

No se puede consentir que, en nombre de un Estado aconfesional, los Reyes de España se presten en una ceremonia de la confusión a mezclar su devoción personal como católicos, si ese fuera su deseo, con la representación institucional de la Jefatura del Estado en una ceremonia religiosa, por muy multitudinaria que sea. Ni los funerales de Estado deben ser oficiados por ningún rito religioso, ni los actos religiosos a los que acuda en Rey deben estar refrendados con la condición que ostenta como  máximo representante de España y, por tanto, de todos los españoles, católicos o no.

Me parece muy bien que la Iglesia monte un santo espectáculo, pero que nuestros representantes actúen de comparsas en nombre de la soberanía nacional no es de recibo, ni por respeto a una religión ni, desde luego, por lealtad constitucional a los ciudadanos.   

domingo, 27 de abril de 2014

Batalla sorda por Europa en Andalucía

Estamos inmersos en plena campaña de las elecciones al Parlamento Europeo y ya comienzan a relucir difamaciones, acusaciones y estrategias de desprestigio contra el adversario político y contra aquellos territorios que aún no están “controlados” por la ideología dominante. Es por ello que en Andalucía se libra una batalla sorda, con dos objetivos prioritarios: ganar estas elecciones y socavar la credibilidad de los socialistas para desalojarlos del poder en la Comunidad en un futuro inmediato e impedir así la confrontación de políticas que desde la Junta de Andalucía disienten y contradicen las medidas de austeridad y recortes que impulsa el Gobierno conservador de Mariano Rajoy desde Madrid. Tan a degüello se plantean estos comicios que el Partido Popular designa candidato para estas elecciones a un miembro andaluz del Gobierno con proyección poco erosionada para atraer el voto en la región, el jerezano Miguel Arias Cañete, y, de paso, dar la vuelta a los sondeos que vaticinan un gran desgaste de los populares. Se teme que el resultado de las europeas sirva de termómetro de la tendencia en las generales del próximo año. Por tanto, se van a jugar todas las cartas, y utilizar todas las artimañas posibles, para ganar como sea.

Por lo pronto, Rajoy ha retrasado el nombramiento del candidato popular hasta el último minuto para mantenerlo en el Gobierno. Reúne así la doble condición de ministro y candidato, lo que le permite disponer de una tribuna gubernamental para hacer campaña electoral, un privilegio que deja a los demás contrincantes en inferioridad de condiciones, al no poder contrarrestar tan potente presencia mediática. La Junta Electoral Central está maniatada para impedir este abuso de poder por parte de un Gobierno que “apura” los plazos y se sirve de hechos consumados que no pueden ser revocados a tiempo, aunque sean denunciados.

Y por otra parte, incidiendo en una estrategia de descrédito, desde el Ministerio de Interior se propala un nuevo caso de presuntas irregularidades por parte de la Junta de Andalucía en relación con subvenciones a cursos de formación. Se difunde, muy oportunamente, que la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), adscrita a la Policía y Fiscalía Anticorrupción (ambas dirigidas por el Gobierno), está investigando un supuesto fraude cometido por empresas de Málaga, en su mayor parte, para cobrar subvenciones por cursos de formación que en realidad no han realizado, malversando así más de 2.000 millones de euros de fondos públicos aportados por la UE para un programa de fomento del empleo, según relatan estos funcionarios del Ministerio de Interior. Se trata, en realidad, del “adelanto informativo” de una investigación policial que todavía ningún juez instruye, pero que sirve ya para “acusar” a la Junta de Andalucía, en manos de los socialistas, de organizar otra trama de corrupción de proporciones considerables, diez o veinte veces mayor que la de los ERE. De nada vale que la propia Junta aclare que lleva siete meses investigando las subvenciones, que ha revisado más de 4.000 expedientes de fondos de formación y que desde febrero está colaborando con la Policía para determinar el verdadero alcance de las irregularidades detectadas. Llueve sobre mojado. Aún no hay acusaciones sustentadas en indicios e imputaciones judiciales, pero se pone en marcha el ventilador de la corrupción y se lanza la sospecha generalizada que, cuando se dilucide en los juzgados, ya habrá obrado el efecto deseado: desacreditar y hacer perder la confianza en los acusados -el Gobierno andaluz-, no sin parte de culpa, pero en la misma medida que la de cualquier otro Ejecutivo en el que se detectan irregularidades, pero con menos “aspavientos” mediáticos. ¿Será por la campaña electoral?

Y para terminar, no me extrañaría tampoco que la jueza Alaya haga acto de presencia e impute a nuevos cargos de la Junta de Andalucía (aunque la Audiencia Provincial se los anule por falta de concreción en las imputaciones), multiplique autos que involucren a personalidades que están aforadas (sin poderlas imputar, pero a las que invita a declarar) y obligue a “pasear” ante las cámaras a todo un abanico variopinto de testigos de todas las causas que lleva investigando desde hace años, con pocos resultados “carcelarios” hasta la fecha: un solo encarcelado (un exdirectivo de la empresa Vitalia) de un total de 166 imputados.

Lo más probable es que la actuación de la magistrada durante este proceso no esté coordinada en el tiempo para beneficiar al Partido Popular, pero las múltiples coincidencias que dan esa sensación y esos resultados hacen despertar la curiosidad por ver qué sucede ahora con ocasión de las elecciones europeas. El personal está “mosca” aguardando la confirmación o el rechazo de esta sospecha, muy atento a las iniciativas de Mercedes Alaya, como si se tratara de otro frente de la pugna partidaria. 

Un frente que no se agota en los infundios, acusaciones y estrategias que se ponen en marcha durante una campaña electoral. Sino que, además, se dirime en los medios de comunicación, donde, según revela un columnista de los considerados “afines” que escribe en el ABC (David Gistau), el periodismo se ve agredido por el poder político, en vista de la vigilancia obsesiva de los grandes directores y editores (que despiden a los gacetilleros díscolos) y ese “aplanamiento” que crea dependencia en una empresa o la hace aniquilar (gracias a las subvenciones y la publicidad institucional).

Precisamente, la falta de un periodismo de calidad e independiente es clara señal de un deterioro de la democracia en la sociedad de la que forman parte, pues sin prensa libre no se puede producir el debate franco y abierto del que se nutre la opinión pública. Cuando éste se cercena es que no interesa que haya democracia, sino otra cosa que persigue y amordaza la crítica e impide la participación ciudadana. ¿Tendrá ello algo que ver con los papeles de Bárcenas que demuestran “ayudas” del PP a la empresa Libertad Digital, de Federico Jiménez Losantos, y la ley antimanifestación que promueve Rajoy? Es pura coincidencia.

Lo cierto es que en Andalucía se libra una fiera campaña por los comicios europeos que no duda en utilizar cuántos instrumentos tiene a su alcance para conseguir el respaldo de los votos, sin que los candidatos ofrezcan aún ningún argumento ni promesa sobre lo que piensan hacer en Bruselas para defender los intereses de esta región y este país. Aún no se habla de lo que verdad importa y ya se mueven todos los hilos para “dirigir” la intención del confuso y vapuleado votante. Es todo un espectáculo digno de cualquier alumno de Maquiavelo y Goebbels.

sábado, 26 de abril de 2014

La afonía de Lienzo

Las “cuerdas vocales” virtuales que le servían para expresarse con quienes querían escucharle en el mundo, a través de Internet, han sufrido una inesperada afonía. No pueden articular palabra, ni siquiera un simple lamento de angustia. Mudas a cal y canto, como si de una maldición se tratara. El “cuerpo” que las alojaba ha sido apartado de la atalaya desde donde emitía, con cadencia periódica y diversidad de tonos y estilos, su voz. El blog Lienzo de Babel ha enmudecido, confiemos que temporalmente, tras más de 900 entradas publicadas y cerca de 50.000 visitas registradas.

Un cúmulo de circunstancias y torpezas es la causa de esta súbita afasia, algunas ajenas por completo al paciente y otras debidas al desconocimiento irresponsable de los recursos que utilizaba. Lo cierto es que unas y otras han ocasionado la mordaza que supone impedir desde un servidor seguir utilizando un dominio de Internet, por no haber renovado a tiempo la suscripción… y no saber actualizarla con diligencia y antelación. Lo primero es achacable a la fusión de una entidad bancaria que rechazó el pago domiciliado del recibo, y lo segundo a la torpeza de quien no atendió el requerimiento de renovación ni supo realizarla a través de los cauces establecidos.

Y es que Lienzo de Babel era realizado como quien conduce habitualmente un vehículo: sabe usarlo pero desconoce cómo funciona. Era un instrumento sumamente sofisticado para quien es absolutamente ignorante en las nuevas tecnologías, aunque las utilice confiado en la honestidad de su empeño. Convencido de que lo realmente importante era el “mensaje”, prestaba poca atención al medio, a los canales y hasta al ruido de toda comunicación. No resulta extraño, por tanto, que tarde o temprano sufriera un percance.

Amigos y conocidos en brebajes y cataplasmas intentan calmar al paciente, dolorido más por su ineptitud que por la afonía que sufre. No es tan grave su mal porque ni lo que decía era importante ni prácticamente nadie lo echará de menos. Pierde sólo la memoria de lo dicho, la coherencia de un pensamiento que podía rastrearse en el pasado reciente y la ilusión de que algún “babilonio” despistado respondiera a ese afán de comunicación que justificaba la existencia de Lienzo de Babel, mostrando su coincidencia o disenso. Es decir, intercambiando miradas del mundo y del hecho de compartir el momento que les ha tocado vivir, sin estar constreñidos a un espacio limitado y remoto y sin necesidad de levantar la voz, articulando aquello que marca la diferencia con los animales: el raciocinio y la palabra.

Confiamos, a pesar de su insignificancia, en su pronta recuperación.